Expertos explican qué hay detrás del cambio de la política pacifista de Japón para permitir la exportación de armas pesadas

Nikkei informó la semana pasada que Tokio tiene la intención de permitir la venta de aviones de combate, misiles y otros sistemas de armas a una docena de países, entre ellos EE.UU., el Reino Unido, Alemania, Francia, Australia y la India.

Japón está planeando relajar sus restricciones a la exportación de armas a una docena de países, ya que busca aumentar la competitividad de los fabricantes de armas nacionales y, al mismo tiempo, desarrollar vínculos operativos más estrechos con sus aliados.

Con el aumento de los retos de seguridad en la región del Indo-Pacífico y el conflicto en Ucrania, el gobierno del primer ministro Fumio Kishida está interesado en mejorar las capacidades de los contratistas nacionales, informa South China Morning Post, citando a expertos. Es probable que antes de que finalice el año fiscal, en marzo del 2023, se modifique la normativa que actualmente limita la venta de material militar a otras naciones a solo equipos no letales.

Aunque los analistas prevén cierta oposición a los cambios por parte de algunos miembros del Parlamento y de la sociedad japonesa de tendencia izquierdista, admiten que la opinión pública considera que “una China cada vez más asertiva” y una Corea del Norte con armas nucleares estrían aumentando las tensiones en la región.

Nueva estrategia de seguridad nacional
La semana pasada, el periódico Nikkei informó que Tokio tiene la intención de permitir la exportación de aviones de combate, misiles y otros sistemas de armas a países como Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, Francia, Australia y la India. También se levantarán las restricciones para las naciones del sudeste asiático, como Vietnam, Tailandia, Indonesia, Filipinas y Malasia.

En el pasado, los fabricantes de equipos militares japoneses solo podían vender a las Fuerzas Armadas de Japón. Sin embargo, la situación cambió en el 2014, cuando se permitió la exportación de chalecos antibalas, cascos, equipos médicos para el campo de batalla, sistemas de radar, buques de patrulla y barcos para el rastreo de minas, aunque se mantuvo la prohibición para las armas letales.

Se espera que el compromiso de flexibilizar las normas de exportación de armas letales se incluya en un libro blanco sobre la gestión y la reforma económica y fiscal, que se prevé que se publique este junio. Los detalles serán ofrecidos en la nueva Estrategia de Seguridad Nacional, que se dará a conocer antes de finales de este año.

Un empujón a la industria de defensa 
Aunque hay varias motivaciones detrás de las propuestas del Gobierno, el objetivo principal es dar un empujón a la industria nacional de defensa, explicó Ryo Hinata-Yamaguchi, del Centro de Investigación de Ciencia y Tecnología Avanzada de la Universidad de Tokio. “El problema al que se enfrenta en estos momentos es un mercado que se está reduciendo rápidamente, ya que las Fuerzas de Autodefensa [japonesas] son prácticamente sus únicos clientes”, detalló, añadiendo que “como resultado, los márgenes de beneficio operativo son extremadamente limitados y cada vez más empresas optan por no involucrarse”.

El especialista apuntó, que solo en el último par de años, varios contratistas han cerrado sus secciones de defensa porque no había suficientes contratos para hacerlas rentables. Declaró que el conflicto en Ucrania “ha actuado como una especie de catalizador y ahora hay demanda de ‘hardware’, pero las empresas japonesas siguen estando limitadas en cuanto a lo que pueden exportar, por lo que el Gobierno cree que esta decisión ayudará a poner en marcha la industria”.

Inconvenientes
Muchos fabricantes de equipos japoneses gozan de una buena reputación por la fiabilidad y la alta calidad de sus productos, como los submarinos diésel-eléctricos. Asimismo, las empresas niponas gozan de una sólida reputación en el campo de la electrónica, los equipos de comunicaciones, la robótica y los componentes avanzados de los aviones de combate de última generación. Sin embargo, van a la zaga en una serie de áreas críticas, como la tecnología de sigilo y en el ámbito de la ciberguerra, detalló Hinata-Yamaguchi y añadió que los costes también son un problema.

“Uno de los problemas es que los equipos japoneses son extremadamente caros en comparación con el ‘hardware’ que ya existe, lo que echará para atrás a algunos países”, dijo, destacando que muchas naciones que buscan reequiparse también pueden optar por sus proveedores de confianza de EE.UU., el Reino Unido, Rusia, China o incluso por países fabricantes de segundo nivel como Corea del Sur. Un inconveniente adicional será que los fabricantes japoneses recién llegados al mercado tardarán en aumentar la producción para satisfacer los pedidos.

Por su parte, un analista del Instituto Nacional de Estudios de Defensa de Japón, que prefirió permanecer en el anonimato, declaró que el Gobierno quiere que las empresas nacionales adquieran más experiencia en el desarrollo de nuevos sistemas de armas y luego los comercialicen a nuevos compradores en el extranjero. “La industria nacional no tiene todavía suficiente experiencia en los mercados de ultramar, así que la esperanza es que puedan encontrar nuevos compradores”, apuntó. “Eso les permitirá ganar más dinero que luego podrá invertirse en nuevas investigaciones y desarrollos y en mejores productos, lo que ayudará a las empresas, pero también podrá dar lugar a mejores equipos para las Fuerzas Armadas de Japón”, agregó.

De acuerdo con el experto, “la opinión pública nipona está comprendiendo cada vez más que las amenazas a la seguridad nacional de Japón se multiplican y que la lógica de permitir las exportaciones es sólida”. También dijo que la situación en Ucrania “ha servido para cambiar la forma de pensar de la gente” y concluyó que una gran mayoría de japoneses acepta la necesidad de mejorar las capacidades defensivas del país asiático y de “trabajar más estrechamente con las naciones aliadas”.

Tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial, Tokio fue obligado a adoptar en 1947 una Constitución que restringe las actuaciones militares del país a estrictas operaciones de “autodefensa” y establece muchas limitaciones a la hora de destinar recursos al sector militar

Además, el Tratado de Cooperación y Seguridad Mutuas entre Washington y Tokio, que entró en vigor en 1960, garantiza la protección del país asiático ante cualquier ataque a cambio del despliegue de bases militares estadounidenses

Sin embargo, en mayo del 2021, la comisión de defensa del gobernante Partido Liberal Democrático japonés aprobó una propuesta para aumentar “fuertemente” el presupuesto militar. Así, el pasado mes de diciembre el gabinete de Kishida aprobó un presupuesto de Defensa de 47.000 millones de dólares para el año fiscal 2022 (lo que se sitúa en torno al 0,95% de la estimación del PIB para el mismo periodo)