
La disputa por la propiedad de la pequeña isla se remonta a 1973, cuando ambos países negociaban una frontera marítima y decidieron no incluirla y dejar ese asunto para el futuro.
En 1984, un ministro danés que visitó el islote colocó una bandera de su país y una placa que decía “Bienvenidos a esta isla danesa”, dejando así mismo una botella del aguardiente nacional más popular. Los canadienses quitaron la bandera y colocaron la suya junto a un whisky canadiense. Desde entonces, la reyerta se conoce como ‘Guerra del whisky’.