A diferencia de otros Gobiernos progresistas que han iniciado su gestión en medio de ataques arrebatados de la oposición, la Administración del jefe del Estado colombiano, Gustavo Petro, que no ha estado exento de marchas, críticas y bulos mediáticos, ha disfrutado de cierta ‘luna de miel’ posterior a su triunfo, en comparación con las reaccionarias oposiciones con que cuentan muchos de sus homólogos de izquierda.
Ya van seis meses en el Gobierno y este tiempo de relativa quietud puede ser reflejo tanto de la debilidad y fragmentación interna de la oposición como de la fortaleza de las alianzas que ha forjado el presidente Petro.
El uribismo, que gobernó largos años de este siglo, sí que ha decidido desde temprano confrontar de manera férrea a Petro sin el mínimo beneficio de duda.
De hecho, el domingo pasado, un grupo denominado “reservas activas de las fuerzas armadas” convocó nada menos que a un “gran paro nacional general indefinido” que culminó en una pequeña marcha en Medellín liderada por el expresidente Uribe, como preámbulo de un conjunto de marchas desarrolladas el pasado miércoles en varias ciudades colombianas.
En este escenario de fortaleza, aunque también de conflicto, Petro ha decidido de una vez tomar la iniciativa y planteó un paquete de tres reformas en materia de salud, laboral y pensiones que tocan intereses importantes. El mandatario sabe que enfrentarán feroz resistencia.
Petro sabe que gobierna sobre un polvorín que por ahora luce manejable, pero está prevenido ante un hipotético levantamiento de las élites y sus derechas cuando se aprueben las reformas en el Congreso y esto signifique apretar el acelerador de los cambios sociales